ANTESALA A UNA APUESTA, de Héctor Luis Rivero López
Los boletos los encontró al lado de la puerta, en el piso, casi debajo de la alfombra: invitación para la gallera El Combate. No tenía remitente. Llamó a un taxi que lo llevó al lugar. Entró, y mientras caminaba, el corredor se le hacía largo e inmenso. Se sintió minúsculo, las paredes crecieron frente a él de una manera vertiginosa. Avanzaba, cuando al final visualizó una luz algo opaca y en medio de ella a dos sombras que se peleaban; eran dos hombres de aspecto muy primitivo, desnudos y ensangrentados. Aterrorizado ante tan dantesca visión, comenzó a escuchar murmullos y aletazos, y algo así como el chocar de picos. Despacio, levantó la vista hacia los banquillos. La algarabía se multiplicaba y un aletear de plumas y crestas paradas se dibujaban ante él. El horror aumentó y sintió la sangre congelársele en la venas cuando un gigantesco ojo circular y amarillo lo miraba lleno de glotonería y deseo. Se sintió como una cucaracha pegada al piso a punto de ser devorada, y aquellos ojos redondos no pestañeaban ni un instante. Quiso correr, pero se desmayó. No se acordaba de nada más, excepto que yacía en el suelo; su compadre le sacudía y trataba de despertarlo echándole agua fría en la cara. Al fin, tras de recuperar el conocimiento y sin chistar, se levantó apresurado, arrojó los boletos al piso y salió de allí como alma que llevaba el diablo, y sin voltearse. Desde entonces juró que jamás apostaría a los gallos.
Los gallos se vengarán y dominarán el mundo.... jaja
ResponderEliminarMe gustó la parte del ojo amarillo que lo mira con deseo.... jaja
Muy bueno...!!
Gracias, reina.
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