DULCE ESCLAVITUD
Por fin se retiró. Ahora podría realizar su más caro anhelo: tener una modesta y limpia casita en la ladera del campo, rodeada por un bello jardín e inmensos árboles que le dieran sombra. Tendría, a su vez, un gato enigmático y dormilón, y una súper biblioteca llena de libros de microrrelatos. Allí, en esa casita daría libre rienda a su egoísmo, sería libre como nunca antes. Atrás quedaría la esclavitud del amor y de la ternura, y ya sólo le importaría su libertad. Así se hizo.
Cierto día se levantó desolado extrañando un simple “gracias” y deseó ser de nuevo esclavo de la ternura, aunque nadie se lo agradeciera.
Hay que tener cuidado con lo que se desea... luego mira, sorpresa.
ResponderEliminarUn saludo indio
Eso es así...Saludos, David.
ResponderEliminarTomo nota, no vaya a ser que me suceda.
ResponderEliminarSaludos!
Ja-ja-ja espero que no, nada importa sin el corazón.;)
ResponderEliminarNo servimos para vivir en soledad...
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