La bombilla
Recién casados, vivíamos hasta hace poco en una casa cómoda y amplia situada en uno de los sectores más progresivos y elegantes de la ciudad, en la calle La Luz para ser más preciso. Todo nos marchaba muy bien, nuestra rutina era tan normal y cotidiana como la de cualquier otro vecino, hasta que sucedió algo que nos cambió la vida… Esa mañana, Lucila, mi esposa, limpiaba la lámpara del cuarto y al tocarla se fundió la bombilla. En ese mismo momento tocaron el timbre de la puerta, y para sorpresa de ella, era un pregonero. —Hola doñita, me llamo Baphomet y vendo bombillas. —¡Oh, pero que coincidencia, justo lo que necesitaba! —Son de larga vida, señora, nunca más se le fundirá. Cuando llegué a mi casa, después de un día agitado en la empresa de seguros, Lucila me dio la noticia muy contenta, pues según ella había comprado una de esas ampollas homologadas que ahorran energía y no cansan la vista. —Muy bien, querida, es tu reino y tú lo manejas —le dije sonriente, mientras le tiraba una g...