Por una lejana montaña cabalgaba un jinete, llevaba en la mano un papel para…bueno, no, me equivoqué de línea; debo decir cabalgaba sobre su yegua trota. De súbito, el animal se paró en seco, estiro sus orejas largas y no se movió más. Anonadado, el jinete se bajó de la silla, dio tres vueltas alrededor de la potra y dijo: -¡Anda pal cará, lo que me faltaba! Se sentó en una roca que había allí y esperó a que la yegua reaccionara, pero para su sorpresa ésta comenzó a cambiar su color pardo por uno verde; se irguió en sus patas traseras, dio un relincho que estremeció hasta los estribos la naturaleza adyacente, y su cabeza adquirió forma humana. Su cara era de expresión dura y su cuerpo era gordo como de ballena. Alarmado, el jinete sacó su pistola y le aventó un par de balazos, sin darle tregua. -¡Toma, pa que te mueras, ingrata! A aquel fenómeno se le pusieron sus ojos como huevo cocido, mientras que con su boca torcida y mellada, preguntaba: -¿Dónde ...