SPATIOR
Cuando tocó a mi puerta presentí que no eran buenas noticias. Con su dulce mirada entró sin vacilar, como si fuera la dueña de la casa. Como optimista que soy, me preparé para lo que vendría. Después de los cincuenta nada nos espanta. Ayer decidí llenarme de valor y decirle lo que sentía. “No permitiré que arruines mi vida, dulce dama. De ahora en adelante se te hará muy difícil acercarte a mí y no podrás jamás controlarme”. La mirada fija de sus ojos melosos y una sonrisa de Gioconda me dijeron sin palabras: ¡Ya no escaparás a mi embrujo! Le dije adiós y me despedí con la cabeza en alto, sin mirar hacia atrás, y al ritmo del jazz comencé a caminar. De las paredes brotaron una docena de mariposas que se desplegaban a mi paso; su revoloteo avivó mis ansias de vivir. La cabeza se me alborotó con los recuerdos: De todos los colores las mariposas son; hay blancas y amarillas, azules y marrón. ¿Qué será de mi primera maestra? La recordé alta y flaca como un ...