La foto*

"Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso".

El día en que se lo llevaron lo contemplaba desde la ventana. Él recogía unas rosas en el jardín. Se veía tan bello y tranquilo que saqué mi cámara para tomarle un par de fotos. De pronto llegó un carro patrulla y se bajaron dos hombres altos con trajes negros y sombreros metálicos. Lo tomaron por los brazos y levantándolo del suelo como si fuera un saco de plumas se lo llevaron. Parecía un niño entre dos gorilas. Grité indignada y corrí. Pero fue en vano. Pocos metros antes de llegar a él para protegerlo, lo metieron al auto; apenas pudo dar vuelta a la cabeza para mirarme. Enfoqué mi cámara como último acto de voluntad. En el momento en que disparé, sonrió como sólo puede hacerlo un ángel. Sus ojos grandes parecían decirme "no te preocupes, todo va a estar bien". Y desapareció como una sombra dentro del Lincoln.
Mi mente entendía la tragedia aunque su expresión inundaba mi corazón de paz.
Y ahora me encuentro aquí, ofuscada; parada en la acera con la nariz pegada al cristal del escaparate de esta librería de libros de ficción. Trato de recordarlo mientras miro la foto de un diario amarillento del 21 de marzo de 1937. Bajo el titular ¡Abajo los asesinos! hay una fotografía que muestra a dos polizontes que sujetan por las manos a un hombrecito extraño que sonríe con dulzura. Más abajo, en letras pequeñas unas palabras: masacre de Ponce. Algo en ella me intriga. No sé si es que se me hace difícil comprender, o es que no puedo recordar. Es como si yo misma hubiese estado allí en el momento en que dispararon la cámara.
Llevo en este lugar un largo rato, tal vez toda mi vida, no sé, ahora escucho un sonido; algo como un zumbido. Y me doy cuenta de que soy una anciana. De pronto siento una vibración bajo la piel de mi muñeca derecha. Escucho un sonido agudo y pausado, y una lucecita roja intermitente me alumbra la cara. Sus autos blindados me rodean. Se me hace imposible entender lo que gritan. Imagino que me llevarán de regreso al sanatorio.
Miro por última vez los ojos tristes del hombrecito de la foto. ¿En cuantas escenas de matanza y desastre has estado sonriendo dulcemente, pequeña criatura? No puedo recordar quién eres. Me pregunto por qué siento que te veré pronto en un lugar donde aunque hubiese enemigos, el amor nunca desaparecería.
*En enero 2005 este cuento fue usado para escribir un guión por Kenia H.M., de Venezuela.

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