Para el cumpleaños de Suncha, Agapito le preparaba unas arepas. Cuando las cocinaba, una de ellas se le quemó. La cogió para echarla a la basura, pero vio con asombro que tenía dibujada lo que parecía ser el rostro de Cristo. Eufórico, la puso aparte para adorarla en un altar y pedirle un milagro, pero Suncha se la quitó, alegando que ese era su regalo y quería fotografiarla para ponerla en el Internet, y tal vez un fanático religioso millonario se la comprara. Discutieron y forcejaron hasta que la arepa cayó al piso; donde estaba Fido, el perrito, que en un santiamén la olfateó y se la tragó.
¡Ay!, qué será de mi cuando ya no tenga huesos ni palabras... Me desperté, y al querer estirarme para aflojar las coyunturas, no pude hacerlo. Traté con esfuerzo de desplegar mis brazos hacia los lados, mientras intentaba abrir la boca, pero no pude moverme ni un centímetro. Me sentí como un charco sobre la cama, con los ojos bailándome en las cuencas, y la piel, puro pellejo. De pronto una risa hueca me sorprendió, y veo, lo que parecía ser mi esqueleto apoyado en la pared; y éste, de manera cínica me dijo: —Sin mí no puedes hacer nada, ¿verdad querido? —¿Pero qué haces ahí?, pedazo de huesos —le dije. Le ordené que volviera, pero el muy condenado se negaba. —Hoy es tu día libre y yo me encargaré del quehacer de la casa —me dijo con ternura. —¡Ah, sí!, ¿y cómo te las arreglarás sin mi cerebro, pedazo de fósil? —Yo también tengo mis sesos, mijito, por si no lo sabías, es una copia virtual del tuyo. Respiré su soberbia. No me quedó otro remedio que aceptar su individual...
Seguro Fido habia estado rezando a Cristo pidiendo una arepa.... jaja
ResponderEliminarJa-ja-ja a lo mejor..;)
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