El final es el cuento*


“Si pudiera describir la tristeza, me conocerías. Estoy atrapado en este papel blanco. Una simple caricia de tus dedos me bastaría para ser libre.”

Inténtalo de esta forma, vuélcate en letras con la imagen de una hoja que cae, que siente el aire acariciar sus bordes y la certeza del impacto final contra el suelo. Mírame.

Él tiró una frase sobre la hoja y ella la siguió.

No es fácil escribir un cuento de a dos, ataré mi paciencia con siete nudos, para que no se me vuele. Así somos las mujeres de Aries, puro impulso de fuego.

“Te miro. ¿Acaso no te has dado cuenta de que te hablo con mis ojos? Siente el poder de ellos al traspasar tu alma. Ignórame, deja que venga a ti. No te apresures. Sabes que vengo de ti, de una región muy adentro de tu corazón. Soy la máscara de tu teatro. Tu alegría opuesta. ¿Qué no ves en mis ojos lágrimas? Descuida. ¿Qué es una lágrima? Un poco decir adiós a lo que tus ojos vieron...”

Hoy volvió a sentarse frente a las hojas de papel y deseó que las letras dibujaran pronto un mensaje de amor. Inhaló profundo y soltó el aire despacio; así es como mostraba a otro su forma de esperar. Dejó sus dedos libres, se reclinó en el respaldo de la silla y sonrió ante su propia locura.

“Soy tu musa varón. Tu lado femenino hecho hombre; el aire que necesitas cuando estás sofocada en tu mundo de fuego; el cielo azul de tu infierno rojo; me visto de rosas y verdes claros para que bailes conmigo un vals a media noche. Soy el zafiro de tus ojos, el cobre de tus pies. Te invito a mi aposento donde crece la hortensia y la rosa, donde debajo de un álamo vas a saborear el néctar de mis jugos hechos a base de hierbas y especias, menta, raque, tomates, peras, espárragos, judías. Seré ese pequeño reptil que tímido camina sobre el cristal de tu ventana. El otro lado de tu arco iris. El que te dota de una sensibilidad extrema y te hace capaz de escribir las mejores páginas de tu vida. El que te ha estado rondando la cabeza con cuchicheos al oído. Soy inalcanzable. Seré tu conmoción, tu duelo, tu terror, tu enfermedad, tu amargo ejercicio y tu tristeza placentera. Pero también puedo ser tu amor. ¿Amor? Ese que se siente cuando menos me necesites, ausente de egos y deseos.”

¡Hey, me dejaste sin aliento! Espera a que ate mi pelo con una cinta escocesa, me molesta tenerlo suelto mientras escribo. Por favor no vayas a irte, aunque tampoco es que te necesite tanto, no vas a envolverme, no a mi.

Ella hacía como si no le importara y, sin embargo, esperaba ansiosa el momento de encontrarse a solas con su hombre de letras.

“Descuida, no iré a ninguna parte si tú no me llevas, acuérdate que soy el héroe o villano de tu historia, y además un ser etéreo. Pero veo que se ha introducido una tercera voz, ¿quién es y qué pretende? ¿Por qué nos observa? Mira, ahí nos dejó ese código para que lo descifres:

FXHPWR

Si lograras llevarme a tu mundo se te ofrecerá la más grande dicha de todas: vivir el presente lleno de paz, la más dulce y agradable sensación que existe en el universo. Me vestiré con pedacitos de papel, levitaré por encima del suelo, y cuando menos te des cuenta zarparé a tu corazón, me zambulliré hasta el fondo y te sacaré las perlas hechas palabras para que me ates con ellas a tu ombligo como un botón de rosa. ¿Escuchas esa canción? Esa que dice que no somos tan distintos como tú crees, sí esa de Serrat.

...No sé si me gusta más de tilo que te diferencia de mío lo que tenemos en común.Déjame darte una clave para que trabajes el código. Es un cifrado que lleva el nombre de un famoso emperador romano. Solamente me es permitido darte claves, nada más. Investiga…”

Con un movimiento del brazo arrojó todos los papeles que estaban sobre su escritorio. Perdió contacto con el mundo rutinario y conocido, no salía a la calle, comía irregular, enflaquecía. Se hizo transparente. Pasaba las horas con los ojos fijos intentando dar forma humana a ese hombre que se le había revelado en las letras. Enredada en los libros de historia analizó los nombres romanos desde Augusto hasta Carino. No podía descifrar el código. La desesperación le desorbitó los ojos y le soltó el cabello. Envuelta cada vez más en los vericuetos de la mente, respondía con frases tortuosas a las más simples preguntas de su mucama.

─ ¿Le ocurre algo, señora? Se ve usted muy pálida.
─ P-á-l-i-d-a, tal vez el código esté escondido en esa palabra... ¿Lo crees?
─ ¿Código…? ¿Seguro que se encuentra bien, señora? Su ensalada César ya está servida. Debería usted comer algo.

Dame una pista, por favor, mueve mis manos, haz que mi lápiz escriba tu nombre. Y no me hables de amor, que de eso no se habla. El amor se vive. Por momentos te siento, recorres mi cuerpo por dentro como las gotas de saliva que caen pesadas y densas para anidar en mi vientre.

“Es un cifrado para enviar mensajes secretos, sólo eso. Lleva el nombre de un emperador y deberías prestarle atención a tu mucama. Has escuchado eso de “A Dios lo que es de Dios y al…”. Pero dime ¿qué se siente vivir? Tienes razón, el amor es una acción, la vibración del universo. Temo que me destruirás. A mi lado hay una serpiente y detrás de ti se oculta una tigresa. Mi sensatez me dice que vendrá un caballo a interponerse entre los dos pero aun así soy tu barquito de papel, tú mi río, llévame adonde quieras. Quiero serte útil. Te daré mi flor de serpiente, tú me darás una garra para mi suerte. Sabes, admiro tu sinceridad.”


Una lluvia torrencial golpeaba los vidrios y ella vio serpientes que se deslizaban entre las gotas. Su locura anuló el sutil límite entre los textos y la realidad, un simple diario se le aparecía como un código en letras desordenadas. Por momentos hablaba con su musa o en impulsos de convulsiones arrojaba su cuerpo sobre el papel, para amar al hombre invisible. Nueve meses, y tuvo la impresión de estar en un viaje sin retorno.

“Sabes, es la distancia y el silencio lo que hace triste al amor.”

Dime tu nombre de ensalada y de emperador, quédate aquí y no me sueltes, no tengo fuerzas para escribirte, quédate por favor. Construiremos juntos un mundo de dos, donde no habrá papeles ni letras, ni códigos ocultos. Solo pasión que una tu mente racional con mi espíritu de fuego.
Se sintió cansada. Esperó que llegara el sueño. De súbito un ligero resplandor atravesó sus ojos. Los abrió, se dirigió hacia la ventana. Nada. Rondaba la oscuridad. Solamente algunas estrellas en el cielo titilaban nerviosas. Volvió a su lecho y se durmió.
Él llegó despacio en la madrugada, como un murmullo distante y antiguo y la envolvió en caricias de sutil neblina azul y gélida. Posó sus labios fríos sobre la frente acalorada. Ella entreabrió los ojos y lo vio...sus ojos agua marinos eran espantosamente hermosos. Él rozó sus mejillas con los dedos y ella fingió que dormía. Aunque sus ojos estaban cerrados, ella adivinaba que él sonreía tal vez de ternura o de lujuria... ¿Diablo o ángel? Entonces pudo al fin escuchar su voz.


─La vida debería ser como uno lo quisiera. Pero escucha, si antes de que salga el sol no descifras el código con mi nombre, vendrá Gordon por mí y me llevará de nuevo al Reino de las musas. Él es el caballo que nos separará y sólo tú lo podrás detener al pronunciar mi nombre frente a él. Es un personaje antagonista y su única misión es entorpecer el proceso narrativo. He cambiado mi reino por tocarte en este instante; por sentir tu carne y tu aliento hambriento de besos…tómame y por favor no permitas que él me lleve. Tu nombre es Deseo.”

Ella lo escuchaba en silencio, los dos sabían que nada les estaba prohibido. Entonces el cuerpo del musa trascendió de lo etéreo a lo íntimo, del vestido de ella al desnudo, de la sequedad a lo mojado, de las palabras a los gemidos melódicos, de la separación a la unidad; dos cuerpos que se unían para ser uno mismo, con el mismo fin. Fueron uno en el mismo espacio sin ser diferentes, uno por un momento. Enamorados se enzarzaron en su juego apasionado. Sus manos se afinaban como lirios blancos que se abrazan con sus pétalos; arena en busca de huellas; agua de lluvia que busca río. Ella con su lengua de fuego lo estremeció de punta a punta; él, puñal que desgarra la negrura de la noche se aferró a su cuerpo; y como un viento huracanado que desenreda las ataduras del pudor, cayeron los dos en las redes de la pasión. Ella escuchó un zumbido de aletazos que le golpeaba la sien y la inspiración apenas comenzaba…

─Tu nombre es Cesarino el romano ─dijo con voz aflautada por el amor y en la incoherencia de la locura que le había desordenado la mente.

─César es el nombre del código. Yo no puedo decirte mi nombre, si te lo digo me desvanecería y tú no quieres eso. Eres tú la que debe hacerlo y me librarás de esta tristeza. Me quedaré contigo y Gordon no podrá hacer nada. Anda, investiga, la noche se acaba.

Mientras hablaban, una sombra se acercaba poco a poco a su habitación. Deseo saltó de la cama y se dirigió hacia la computadora. Con prisa escribió las palabras CIFRADO CÉSAR y en la pantalla apareció todo lo que necesitaba saber. Leyó.
Cifrado César
El cifrado César mueve cada letra un determinado número de espacios en el alfabeto. En este ejemplo se usa un desplazamiento de tres espacios, así que una B en el texto original se convierte en una E en el texto codificado... Este método debe su nombre a Julio César, que lo usaba para comunicarse con sus generales.

Para codificar un mensaje, se debe buscar cada letra de la línea del texto original y escribir la correspondiente en la línea codificada. Para decodificarlo se debe hacer lo contrario.

Aclaraba el día y Gordon se acercaba a la puerta. El musa yacía lánguido en la cama con sus ojos de agua muy abiertos. Deseo, algo nerviosa y desesperada, estudiaba y reordenaba las letras una a una: F-X-H-P-W-R...

De súbito la puerta se abre… -¡CUENTO! ¡Tu nombre es CUENTO! –gritó eufórica Deseo. Petrificado, Gordon exclamó: "¡Que Dios se apiade de mi pobre alma!". Y se esfumó.

Y el final es el cuento.


* Escrito a dúo con Analia Bosch, de Argentina en el grupo de escritura creativa Tallerines.

Héctor Luis Rivero López-2008

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