PITIRRE

Cuento corto de tema social -boricua basado en un cuento del escritor José Luis González, Una caja de plomo que no se podía abrir.

Dos reclutadores del ejército, sonrientes y muy amables, entran a un salón de clases de la escuela superior donde estudia Ramoncito. Visten el uniforme militar y sus zapatos relucen por el brillo. Han llegado para dar una charla y orientar a los jóvenes sobre los beneficios y ventajas de ingresar al ejército de los Estado Unidos.

Mientras uno de ellos comienza a hablar el otro va repartiendo literatura y regala bolígrafos a los estudiantes. Ramoncito, sentado en la última silla cerca de la ventana se hace el distraído y mira hacia fuera. Un pitirre se ha parado en un árbol cercano y comienza a piar. Por la mente de Ramoncito pasan muchos recuerdos…

Quisiera ser como ese pitirre, libre y sin edad. Hoy cumplo dieciocho años y me vienen con esa vaina. Ya soy mayor según los cánones sociales. Ya puedo votar, comprarme una cerveza y hasta adquirir una licencia para matar. ¿Qué rayos buscarán estos cabrones aquí?, por mi parte, ni caso les hago. Le prometí a mi madre que por nada del mundo sería soldado ni mucho menos carne de cañón. No madre, no lo haré, cumpliré tu petición. Yo tenía cinco años, me faltaba un mes para los seis  y vivíamos en un ranchito; éramos muy pobres, los recuerdos que tengo de mi papá son muy pocos más tengo muy presente lo sucedido como si lo estuviera viendo en este momento. Aún vive en mi memoria aquel día cuando ella me dijo: “Hijito, tú no serás soldado, ni mucho menos, de ejércitos ajenos.” Eso fue doce años atrás, cuando a la abuela le llegó una carta redactada en inglés y leída por el vecino, que decía que los restos de mi padre habían aparecido. Tan pronto lo supo, mi abuela comenzó a gritar angustiada. Aquel día todo el vecindario, hombres y mujeres, se volcaron en nuestro ranchito para consolar a abuela Rosa. Mamá y las otras mujeres la acostaron temprano porque ella se había atontado de tanto mirar el retrato de mi padre con su uniforme militar acompañado de un águila calva con ojos de buitre. Yo entré a la habitación e inocentemente le pregunté dónde estaba papito. Los hombres al escucharme salieron al patio cabizbajos y sin hablar…

El pitirre levanta vuelo.

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