En un punto cualquiera de la ciudad, pasa el autobús. Niños me dicen adiós. Arriba, una cúpula azul y un gran pájaro vuela en
circulos. El aire y la brisa se desliza por entre sus alas y se mantiene alto.
¿Qué lo impulsa hacia adelante?En el suelo, entre mis pies blancos, un escarabajo
arrastra a una abeja muerta. ¿A dónde se ha ido su energía? Yo estoy sentado
con los brazos congelados, no sé quién soy ni adónde voy…y lo peor de todo: no puedo moverme...
¡Ay!, qué será de mi cuando ya no tenga huesos ni palabras... Me desperté, y al querer estirarme para aflojar las coyunturas, no pude hacerlo. Traté con esfuerzo de desplegar mis brazos hacia los lados, mientras intentaba abrir la boca, pero no pude moverme ni un centímetro. Me sentí como un charco sobre la cama, con los ojos bailándome en las cuencas, y la piel, puro pellejo. De pronto una risa hueca me sorprendió, y veo, lo que parecía ser mi esqueleto apoyado en la pared; y éste, de manera cínica me dijo: —Sin mí no puedes hacer nada, ¿verdad querido? —¿Pero qué haces ahí?, pedazo de huesos —le dije. Le ordené que volviera, pero el muy condenado se negaba. —Hoy es tu día libre y yo me encargaré del quehacer de la casa —me dijo con ternura. —¡Ah, sí!, ¿y cómo te las arreglarás sin mi cerebro, pedazo de fósil? —Yo también tengo mis sesos, mijito, por si no lo sabías, es una copia virtual del tuyo. Respiré su soberbia. No me quedó otro remedio que aceptar su individual...

Antropomorfizando al muñeco de nieve, has abierto una puerta infinita a que cada autor le asigne los poderes y pensamientos que guste.
ResponderEliminarEl rito de que los humanos construyamos éstas figuras contiene algo Jungiano.
EL alma de los objetos es incomprensible para el alma humana...
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