¡Qué hermosura! Dime joven, bella mujer, ¿que se siente ser tan atractiva? Wow, eres una diosa, claro más allá de lo promedio, encarnada en ese cuerpo casi perfecto y ese rostro…sé que tienes defectos, basuras en tu conciencia; pero que importa, eres como un diamante que da efímero placer con tan solo mirarlo…sé que sufres el paso del tiempo…sabes que te desean tantos y te envidian otras mujeres….estoy seguro de que sientes que eres bella…¡Ay, sueño de mis sueños!…Como deseo ser tu amor, tu príncipe encantado, mas solo soy una cucaracha tirada en el piso que solía llamarse Gregorio Samsa y que estás a punto de pisar con tus tacos de cristal…¡mierda!
¡Ay!, qué será de mi cuando ya no tenga huesos ni palabras... Me desperté, y al querer estirarme para aflojar las coyunturas, no pude hacerlo. Traté con esfuerzo de desplegar mis brazos hacia los lados, mientras intentaba abrir la boca, pero no pude moverme ni un centímetro. Me sentí como un charco sobre la cama, con los ojos bailándome en las cuencas, y la piel, puro pellejo. De pronto una risa hueca me sorprendió, y veo, lo que parecía ser mi esqueleto apoyado en la pared; y éste, de manera cínica me dijo: —Sin mí no puedes hacer nada, ¿verdad querido? —¿Pero qué haces ahí?, pedazo de huesos —le dije. Le ordené que volviera, pero el muy condenado se negaba. —Hoy es tu día libre y yo me encargaré del quehacer de la casa —me dijo con ternura. —¡Ah, sí!, ¿y cómo te las arreglarás sin mi cerebro, pedazo de fósil? —Yo también tengo mis sesos, mijito, por si no lo sabías, es una copia virtual del tuyo. Respiré su soberbia. No me quedó otro remedio que aceptar su individual...
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