Don Anacleto olvidó sus espejuelos, y cuando fue a la estación de gasolina apenas pudo leer, y leyó lo siguiente: NO SE ACEPTAN GENTES DE 50 A 100. DISCULPEN LOS ENVEJECIENTES. Enfurecido, sacó su bastón para golpear al chico que lo atendía. Éste logró calmarlo y le dijo: ─No, don Anacleto, lo que está escrito en ese cartel es lo siguiente: “NO SE ACEPTAN BILLETES DE 50 Y 100. DISCULPEN LOS INCONVENIENTES.”
¡Ay!, qué será de mi cuando ya no tenga huesos ni palabras... Me desperté, y al querer estirarme para aflojar las coyunturas, no pude hacerlo. Traté con esfuerzo de desplegar mis brazos hacia los lados, mientras intentaba abrir la boca, pero no pude moverme ni un centímetro. Me sentí como un charco sobre la cama, con los ojos bailándome en las cuencas, y la piel, puro pellejo. De pronto una risa hueca me sorprendió, y veo, lo que parecía ser mi esqueleto apoyado en la pared; y éste, de manera cínica me dijo: —Sin mí no puedes hacer nada, ¿verdad querido? —¿Pero qué haces ahí?, pedazo de huesos —le dije. Le ordené que volviera, pero el muy condenado se negaba. —Hoy es tu día libre y yo me encargaré del quehacer de la casa —me dijo con ternura. —¡Ah, sí!, ¿y cómo te las arreglarás sin mi cerebro, pedazo de fósil? —Yo también tengo mis sesos, mijito, por si no lo sabías, es una copia virtual del tuyo. Respiré su soberbia. No me quedó otro remedio que aceptar su individual...
Guarda Héctor, que en cualquier momento don Anacleto va a tener razón! Así vamos.
ResponderEliminarUn abrazo
:) querido Señor...si usted, el que pinta los días:)quería decirle que disfruto todo lo que escribe, y que por favor visite mi otro blog, que es donde escribo más y me dé su valiosa opinión, sobre Divino cielo...que escribí hace poco :) gracias... por cierto sé muy bien lo que es éso de no ver nada, porque yo veo menos que PEpe leche :)
ResponderEliminarAh, hola. Con mucho gusto le visitaré. Yo también, casi voy por el camino de Pepe Leche :) , que gracioso nombrecito, ja-ja-ja. Gracias por comentarme, un cordial abrazo.
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