Me contaba mi mamá que la tataratatara de su abuela se llamaba Emiliana Huxleyi , y que era muy tímida. También me contó que el tataratatara del abuelo de papá era muy agresivo e incansable, y se llamaba Ehv. Ellos vivían en el fondo del mar. Un día tranquilo en las profundidades, la tataratatara abuela se encontraba relajándose en una roca, cuando vio al tataratatara de abuelo acercársele; ella corrió, pero al final él la arrinconó. Poco a poco se fueron amancebándose, y así fue como comenzó el primer acto sexual de la historia. Para haber sido algas, el resultado no ha sido tan malo después de todo.
¡Ay!, qué será de mi cuando ya no tenga huesos ni palabras... Me desperté, y al querer estirarme para aflojar las coyunturas, no pude hacerlo. Traté con esfuerzo de desplegar mis brazos hacia los lados, mientras intentaba abrir la boca, pero no pude moverme ni un centímetro. Me sentí como un charco sobre la cama, con los ojos bailándome en las cuencas, y la piel, puro pellejo. De pronto una risa hueca me sorprendió, y veo, lo que parecía ser mi esqueleto apoyado en la pared; y éste, de manera cínica me dijo: —Sin mí no puedes hacer nada, ¿verdad querido? —¿Pero qué haces ahí?, pedazo de huesos —le dije. Le ordené que volviera, pero el muy condenado se negaba. —Hoy es tu día libre y yo me encargaré del quehacer de la casa —me dijo con ternura. —¡Ah, sí!, ¿y cómo te las arreglarás sin mi cerebro, pedazo de fósil? —Yo también tengo mis sesos, mijito, por si no lo sabías, es una copia virtual del tuyo. Respiré su soberbia. No me quedó otro remedio que aceptar su individual...
Hay que reconocer que eran muy tatara...
ResponderEliminarMe gustó, Héctor.
Saludos
Hola, Alberto, gracias por pasar.
ResponderEliminarDesde luego el fondo del mar aguarda grandes historias, como esta de la tataratatara abuela...
ResponderEliminarUn saludo
Vaya, que honor, un saludo Ángeles. Aquí a las ordenes.
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