CHASCO

Clarulina ilustración + Hector Luis Rivero



Luego de lavarle y plancharle las arrugas a su marido, Soledad lo dobló con sumo cuidado y lo metió en su bolso de invierno; se vistió con el nuevo abrigo de flores acampanadas, se puso la bufanda y el sombrero, y salió afuera en busca de una nueva ilusión. Caminó silenciosa entre la nieve y se paró en una esquina a esperar a que pasara un corazón verde para que le subiera las feniletilaminas del cerebro.

Comentarios

  1. Es adorable este cuento... ya te lo dije en el log de Carulina... me encanto... aunque yo, me hubiera ido sin plancharle nada... ;)
    Un beso

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