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Mostrando entradas de febrero, 2011

LOS DÍAS TRES EN EL ASILO

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h oy es tres vi ene mi hija entra hablando como siempre por uno de esos aparatitos de ahora que le llaman celulares bendito es que l a pobrecita tan ajetreada con ese esposito que le salió sangrigordo y vago m e tra e las cositas me gusta como se ha pintado las uñas siempre tan preciosas y el pelo siempre tan arregladita que bella mi hija hoy tampoco parece que tiene tiempo para quedarse  un ratito conmigo la pobre me dice adios desde el pasillo y le entrega a la enfermera la bolsita pobrecita otra vez como acostumbra me grita que se ha depositado el cheque y se aleja diciéndome adiós con sus manitas dios te bendiga hija querida de mi alma…

MARZO OCHO EN ALGUN LUGAR DEL MUNDO

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 “¿De qué te quejas ingrata? Nunca te ha faltado nada; lo tienes todo: ropa, zapatos, casa y comida…¡Tú no eres nadie sin mí! ¡Lárgate! ¡Aquí mando yo!”

CHASCO

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Clarulina ilustración + Hector Luis Rivero Luego de lavarle y plancharle las arrugas a su marido, Soledad lo dobló con sumo cuidado y lo metió en su bolso de invierno; se vistió con el nuevo abrigo de flores acampanadas, se puso la bufanda y el sombrero, y salió afuera en busca de una nueva ilusión. Caminó silenciosa entre la nieve y se paró en una esquina a esperar a que pasara un corazón verde para que le subiera las feniletilaminas del cerebro.

ESCRITORES INTRINCADOS

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Un grupo de escritores se propuso redactar la novela de la vida; iban de una ciudad a otra con todas sus computadoras, impresores y papeles. Pasaron diez, cincuenta, cien quinientos años hasta que por fin llegaron a Escritolandia, cuando de repente se para el autor más sabio y dice: ─Queridos colegas se nos han quedado las ideas y la inspiración; pero sólo uno de ustedes podrá ir a traerlas de regreso. ¿Quién lo quiere hacer? Por allá una crítica literaria levanta la mano y dice: ──Yo voy, con la condición de que no comiencen a escribir hasta mi regreso, ¿están de acuerdo? Y todo el grupo responde: ─¡Sí! Bueno, entonces la crítica literaria se va a su viaje. Pasaron quinientos, mil, cincomil, hasta diezmil años y llega un narrador del grupo y dice: ─No, a esa comentarista le pasó algo, debe de estar enferma, yo digo que escribamos ya y nos olvidemos de ella. Pero el literato más entendido le responde: ─No, no escribiremos, recuerden la promesa, sigamos esperando.

DETRÁS DEL ARBUSTO

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Cuando despertó, encontró dos hojas de parra junto a él. Ella retornó al paraíso.