LA MEJOR MERCADOTECNIA ES DE BOCA EN BOCA
Era un pueblito casto y tranquilo como otro cualquiera sumido en el monte, hasta que un gris y aburrido domingo uno de los muchachos gritó: ¡La Virgen, he visto a la Virgen! Desde entonces, la plaza se llenó de vendedores ambulantes, aumentaron las ventas del pequeño comercio y se abrieron hoteles de gran lujo para los miles de turistas, religiosos y feligreses que procedían de todos los confines del mundo. Al pasar el tiempo el pueblito se convirtió en una metrópolis, donde había de todo, excepto vírgenes.