2012: El fin del gen egoísta
El sábado 21 de diciembre de 2012 amaneció como cualquier otro. La humanidad continuaba su curso normal con su cúmulo de acciones; la simultaneidad de los eventos y la cotidianidad de la gente, sumergidas en sus pequeñas cosas y asuntos, proseguían como siempre. No hubo erupciones solares, ni disminuyó el oxígeno; no hubo inversión del campo magnético terrestre ni epidemia global; no impacto de asteroides ni de rayos gamas; nada de invasión de extraterrestres ni planetas gigantes en el cielo; nada de explosiones nucleares ni cataclismo alguno; nada de esterilización masiva, y mucho menos, cristos bajando en nubes. El sol iluminaba como nunca antes sobre un fondo azul el lado oriental del planeta. En el lado oeste era de noche. De repente un destello suave de luz violeta iluminó el ambiente, como si hubiesen tirado una foto, cuestión de un segundo. Pasado el fenómeno, la gente comenzó a sentir dentro de su ser una plenitud nunca antes sentida. Tanto los del lado oeste como l