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Mostrando entradas de junio 13, 2010

SALA DE EMERGENCIA

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Estás en la ambulancia, en uno de esos días huérfanos de sueños; tu frente arrugada, pegada al cristal opaco y húmedo. Contemplas como se aleja el paisaje; cinta de celuloide tan indiferente y lejana, ajena a tu dolor y a las pupilas de los ojos que ya no miran hacia afuera. El viaje se te hace lento y te distrae el ir y venir de la gente adormecida, que salen apresurados de los centros comerciales con sus miserias escondidas en bolsas de plástico y con máscaras atadas al lomo de sus espaldas. Sientes que nada tiene razón de ser cuando llegas con ese ser querido a una sala de emergencia: “una sola manera de nacer y muchas formas de morir”, piensas. Tu espacio y tu tiempo no es tuyo hasta que no lo compartes. ¿Y ahora a dónde irá lo que has compartido, lo que se va si ya no te es útil y no ofrece vida? Las pretensiones se esfuman en una sala de emergencia. Y deseas muy adentro en el corazón que se abra una puerta, tal vez la última y la definitiva…

ZOMBILANDIA

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Se dió el fenómeno de que ciudadanos resucitaban, y como ya oficialmente no existían, y tampoco tenían derechos ni propiedades con el estado, uno a uno eran sometidos a una operación cerebral para arrancarles la poca voluntad y líbido que les quedaba; luego sus cerebros se programaban para hacer tareas domésticas y rudimentarias. Cuando se enfermaban o dejaban de funcionar, se les extirpaban los órganos principales para venderlos, y se desechaba lo restante.

PROFESIÓN EQUIVOCADA

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El nuevo profesor entró al salón, se presentó, y cuando fue a escribir su nombre en la pizarra todos los estudiantes salieron gritando. Entonces, reflexivo y asombrado, miró por la ventana y dijo para si mismo: “Definitivamente la docencia no es trabajo para un gato.”

DESOBEDIENCIA

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Cuando Jorgito entró al jardín de la abuela y se comió las berenjenas, le salieron ojos debajo de los pies y encima de la cabeza. Desde entonces podía ver la luz del macrocosmo y la luz del microcosmo a la misma vez, pero chocaba con los postes eléctricos de la ciudad, mientras escuchaba a su abuelita diciéndole “te lo advertí, mijito, te lo advertí.”